En vez de corbata lucía un ramillete de violetas estampadas en seda, despampanante y sumamente inquieta. Retenida por el semáforo en verde para los automóviles, encendió un cigarrillo e inhaló placenteramente. Verde para el peatón, levantó la mirada hasta llegar a la esquina enfrente. Parada yo allí, viéndomela venir, sentía ya su perfume, Kenzo dulcísimo que combinaba con sus besos. Sosteniendo su cigarrera yo, ella con ademán de sorpresa retira un libro envuelto en papel madera para luego intercambiar los objetos que sostenía cada una. Feliz martes dice. Siempre tenía excusas para enamorarme.
(postdata te amoooo!... gracias por decir lo que muchas veces pensé, eso hace a una tal "escritora", porque enreda al lector en su propia historia)
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